Parecen dos cosas completamente diferentes. Por un lado, tenemos la meditación. Los ojos cerrados, la mente en blanco y la idea de un avance espiritual. Por el otro, está una actividad que hacemos día a día, a veces entre cientos de personas, intentando desesperadamente llegar a un lugar y con mil cosas en la cabeza. ¿Cómo es que pueden ser similares?