Demuestran científicamente que cambiar la forma de respirar cambia la actividad del cerebro, que es la base del yoga.
Uno puede optar por respirar profundamente para concentrarse más o para afrontar una situación de gran estrés. Respirar de forma calmada y pausada ante un ataque de pánico. Inspirar y expirar aceleradamente para activarse, o hacerlo muy lentamente para relajarse. Son prácticas habituales en el yoga, en el deporte de élite o en profesiones que requieren una máxima concentración para afinar la precisión. Y todas estas prácticas tienen ahora el aval de la ciencia médica.
La forma en la que respiramos influye directamente en la actividad cerebral, porque la respiración tiene conexiones directas con distintas partes de la corteza cerebral, donde se gesta el pensamiento, la percepción o la imaginación; es la zona del cerebro que está implicada en los procesos de aprendizaje, la atención y la memoria.
Respiración consciente
Por primera vez, una investigación médica, publicada en la prestigiosa revista Journal Neurophysiology , acaba de avalar científicamente que el cerebro reacciona de forma distinta cuando cambiamos voluntariamente la manera de respirar, porque la actividad cerebral cambia si respiramos profundamente o si bien lo hacemos sin más, de forma automática. “Nuestros datos respaldan el vínculo entre la respiración y la actividad cerebral, proponiendo los ritmos respiratorios como un principio organizador de las oscilaciones que se producen e n la corteza del cerebro humano”, concluye la investigación.
El yoga y la meditación lo llevan a la práctica
El yoga y la meditación siempre han asegurado que trabajar la respiración de forma consciente tiene consecuencias directas sobre lo que pasa en el cerebro, por lo que aprender a respirar mejor sostienen ayuda a sentirse mejor, a intentar controlar lo que sucede en nuestra mente.
“Es lo que hemos aprendido y lo aplicamos con las personas, y vemos que funciona. Observas cómo el estado emocional afecta a la respiración, y puede llegar a bloquearla, y cómo la respiración afecta el estado emocional”, destaca Xavier Punsola, profesor de yoga.
Respirar más rápido o más profundamente de forma voluntaria, una capacidad propia de los humanos, o hacerlo sin control ante un ataque de angustia, implica distintas partes de nuestro cerebro, inaccesibles, y esto abre una sinfín de potencialidades, para aprender a controlar mejor nuestras emociones o entender algunas reacciones del comportamiento humano.
El aval de la ciencia
“Ya se sabía que a través de las técnicas de relajación se podíadisminuir la parte de respuesta emocional; se sabía empíricamente, pero ahora tenemos evidencias científicas de por qué esto está funcionando. Ya sabíamos qué servían en la práctica; ahora tenemos la primera prueba que demuestra por qué funciona”, destaca el doctor en Neurociencias Diego Redolar, profesor de Neuropsicología en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y codirector del grupo de investigación CNIT (Cognitive Neurolab).
Cinco investigadores estadounidenses firman el artículo científico Respirar por encima del tronco cerebral: control volitivo y modulación atencional , donde se recogen las conclusiones de esta investigación liderada por José L.Herrero (The Feinstein Institute for Medical Research, en Nueva York), junto Simon Khuvis, Erin Yeagle, Moran Cerf y Ashesh D.Mehta, reputado neurocirujano del Hospital Universitario NorthShore, en Long Island (Nueva York). “Es muy novedoso porque da un paso adelante, da fuerza científica a los mecanismos cerebrales implicados en las técnicas de meditación y relajación focalizadas en la respiración, como el yoga. El estudio demuestra que a través de la respiración podemos trabajar la atención, la memoria o el control emocional; da una evidencia científica muy potente a las técnicas que inciden en el control de la respiración”, destaca el doctor Redolar.
“El estudio demuestra que a través de la respiración podemos trabajar la atención, la memoria o el control emocional”
La investigación es pionera porque ha analizado internamente la actividad neuronal, con electrodos implantados en el cerebro de seis pacientes tratados por epilepsia que no respondían al tratamiento médico, y ha probado que la actividad cerebral cambia cuando respiramos de una forma u otra. Hasta ahora la relación entre la respiración y la actividad en la corteza cerebral se había visto en ratones, pero nunca hasta ahora en humanos, mucho más complejo por la dificultad de ver qué sucede dentro del cerebro.
“Es necesario utilizar técnicas de electroencefalografía intracraneal, porque las técnicas convencionales de imagen se quedan cortas, mo puedes llegar a ver estas fluctuaciones”, destaca el doctor Redolar (UOC). Por ello para esta investigación se ha aprovechado que había seis pacientes que tenían que ser operados para tratar una epilepsia refractaria y ya se tenía que intervenir su cerebro quirúrgicamente.
El estudio diferencia dos tipos básicos de respiración, la que denomina volitiva y la atencional. Dicho de un modo más simple, la respiración que realizamos de forma automática, inconsciente, y la que hacemos de manera profunda, consciente, cuando respiramos por ejemplo para intentar tranquilizarnos o para meditar.
Respiramos poco y mal
Respiramos unas veinte mil veces al día, pero respiramos mal, a menudo sin saberlo. “Como sociedad respiramos con un 30% de nuestras capacidades, es curioso de ver; los bebés tienen una respiración larga, respiran por la barriga, es una respiración abdominal y con el diafragma, que es donde hay más rendimiento para absorber energía y oxígeno”, detalla Punsola. Los adultos respiran más por la parte alta de la caja torácica, que es donde hay menos rendimiento respiratorio, ya que las tensiones se acumulan en la zona abdominal e impiden que respiremos como lo hacen los bebés, libres de preocupaciones.
“No respiramos mal porque sí, tenemos poca conciencia respiratoria y respiramos como podemos, para sobrevivir, es una respiración de subsistencia; la otra forma sería respirar más profundamente, para vivir mejor, de forma consciente. En el yoga vemos que así puede cambiar el estado de ánimo, puedes afrontar los problemas sin involucrarte mentalmente en cada situación como si fuese lo último que te tiene que pasar en la vida”, añade el profesor de yoga.
Entender y dirigir mejor las técnicas de respiración
La neurociencia hace mucho tiempo que está estudiando las bases neurales de la respiración, analizando qué sucede en el sistema nervioso y las neuronas cuando respiramos. Hace mucho tiempo que ya se conoce que el control básico de la respiración se produce en el tronco del encéfalo, donde se controlan todas las funciones vitales claves, como el ritmo cardíaco, la respiración o el control de muchas de las funciones fisiológicas. Por esta razón, una lesión grave en el tronco del encéfalo puede provocar la muerte inmediata.
La respiración es por tanto una función inconsciente que nos dice mucho sobre el estado mental. En momentos de estrés y angustia, la respiración es corta y acelerada, en momentos de relajación, de paz y tranquilidad, se afina y se hace larga y profunda. Ahora se ha visto que cuando respiramos profundamente cambia la respiración y cambia la actividad en la corteza del cerebro.
Una razón científica de peso para entender por qué con técnicas orientadas a controlar la respiración podemos aprender a controlar mejor las emociones, la concentración o la capacidad de memorizar. Si se conoce mejor qué sucede en el cerebro, se podrá mejorar en un futuro la aplicación de los ejercicios y técnicas que promueven el control de la respiración y hacerlo en base a la ciencia médica
“Conociendo mejor la implicación de las redes neuronales se podría potenciar una técnica u otra en función de la problemática a abordar, porque ahora que se sabe qué áreas se están reclutando en el cerebro humano, se podrían dirigir las técnicas en función del objetivo”, prevé el Redolar.
Coger más aire para estar más serenos
Las neuronas toleran muy mal la falta de glucógeno y de oxígeno, empiezan a morir rápidamente en pocos segundos. El sistema vascular y el cardiorrespiratorio están muy regulados por el sistema nervioso. Conociendo la vinculación entre el sistema nervioso y cardiorrespiratorio, a través de la respiración se puede influir sobre el funcionamiento del sistema nervioso.
“La respiración consciente es un entrenamiento, debemos ser conscientes de cómo se organiza la musculatura que interviene y trabajarla. La respiración completa –que busca utilizar el 80-85% de la capacidad respiratoria– no es una respiración natural, pero en un momento dado nos puede ayudar a serenarnos: absorber más aire y oxígeno para ver las cosas desde otra perspectiva”, explica Punsola.
Y cuando la respiración se hace consciente, nos permite conectar con el momento presente y con nuestro cuerpo y mente. “La respiración es la clave de la conexión entre cuerpo y mente”, destaca Ivette Gutiérrez, profesora de yoga y experta en gestión del estrés. Y añade que tomar conciencia de cómo es nuestra respiración nos ayudará a calmarnos en momentos estresantes o de alta intensidad emocional. “Modificando la respiración para hacerla más fina y tranquila podremos reducir las reacciones impulsivas de las que muchas veces nos arrepentimos. La dispersión mental que también causa el estrés puede reducirse con la práctica de respiración consciente”, enfatiza Gutiérrez.
“Modificando la respiración para hacerla más fina y tranquila podemos reducir las reacciones impulsivas”
Lo que ahora avalan los científicos hace mucho tiempo que lo llevan a la práctica los yoguis. Una de las bases del yoga es justamente el control del flujo respiratorio, lo que se denomina pranayama, que consta de tres movimientos: inspiración, expiración y retenciones de la respiración. “Los Yoga Sutra de Pantanjali, los textos más antiguos e importantes sobre el yoga, afirman que la práctica regular de pranayama (respiración) reduce los obstáculos que impiden la percepción clara, destacando así la profunda relación entre respiración y mente”, añade Gutiérrez. Y recuerda que además, si se observa y concentra la atención en la respiración, sus fases y su duración, “es una forma de meditación que nos aporta grandes beneficios que a día de hoy ya se han comprobado científicamente”, apostilla la profesora de yoga.
Fuente: lavanguardia
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