La meditación puede cambiar nuestra manera de pensar y, por lo tanto, de actuar. Es algo que muchos nos atrevemos a afirmar desde el aprendizaje y la práctica.
Pero ahora también sabemos que la plasticidad cerebral es un mecanismo dinámico por medio del cual hacemos que lo anterior modifique la percepción de lo siguiente y así avanzar en la construcción de nuestra propia cosmovisión.
Pero si esto es así, ¿puede la meditación modificar ciertas estructuras cerebrales? La doctora Sara Lazar, del Hospital General de Massachusetts, también se lo preguntó.
En colaboración con investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y el Departamento de Psicología de la Universidad de Yale, entre otros, quiso valorar la posibilidad de que la meditación budista fuera la causa de determinados cambios anatómicos en el cerebro.
3 beneficios de la meditación en el cerebro
En el estudio, se compararon dos grupos de personas: un grupo de 20 sujetos, meditadores experimentados, frente al grupo control de 15 sujetos que no habían meditado nunca.
Se realizó a todos un estudio anatómico y funcional de su cerebro mediante el análisis de imágenes obtenidas por resonancia magnética.
Esta técnica permite calcular con precisión, por ejemplo, los diferentes grosores de las estructuras cerebrales concretas, distinguiendo perfectamente entre materia gris y materia blanca, así como diferenciar entre un desarrollo normal del cerebro y trastornos degenerativos.
Veamos los tres resultados principales:
Más materia gris. El grupo de meditadores experimentados mostraba un mayor grosor de determinadas áreas del cerebro. El incremento resultaba proporcional al tiempo que cada persona había dedicado a la meditación y a los años que llevaba practicando.
Más capacidades. Los más experimentados meditadores también mostraban mayor agudeza auditiva, visual y de percepción interna.
Más joven. En las áreas del cerebro estudiadas se observó una menor disminución del córtex debido a la edad.
A medida que envejecemos, el cerebro pierde masa, con consecuencias prácticas: perdemos memoria, tenemos más dificultad para mantener la atención y avanzamos hacia un deterioro cognitivo.
Este estudio sugiere que a través de la meditación se puede cuando menos retardar algunos de estos aspectos funcionales.
Practicar la meditación es para el cerebro como ir al gimnasio. Incorporarla a la cotidianidad hace que nos sintamos mejor, pero, además, sabemos que eso ocurre modificando la forma, el tamaño y el grosor de ciertas estructuras del cerebro, que se optimizan.
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